El
filósofo griego Aristóteles pensaba que
las sustancias estaba formada por cuatros elementos:
tierra, aire, agua y fuego. Paralelamente discurría
otra corriente paralela, el atomismo, que postulaba que
la materia estaba formada de átomos, partículas
indivisibles que se podían considerar la unidad
mínima de materia. Esta teoría, propuesta
por el filósofo griego Demócrito de Abdera
no fue popular en la cultura occidental dado el peso
de las obras de Aristóteles en Europa. Sin embargo
tenía seguidores (entre ellos Lucrecio) y la idéa
se quedó presente hasta el principio de la
edad moderna.
Entre los siglos III
a.C. y el siglo XVI d.C la química estaba dominada por la alquimia.
El objetivo de investigación más conocido
de la alquimia era la búsqueda de la piedra filosofal,
un método hipotético capaz de transformar
los metales en oro. En la investigación alquímica
se desarrollaron nuevos productos químicos y métodos
para la separación de elementos químicos.
De este modo se fueron asentando los pilares básicos
para el desarrollo de una futura química experimental.
La química como tal comienza
a desarrollarse entre los siglos XVI y XVII. En esta época
se estudió el comportamiento y propiedades
de los gases estableciéndose técnicas de medición.
Poco a poco fue desarrollándose y refinándose
el concepto de elemento como una sustancia elemental
que no podía descomponerse en otras. También
esta época se desarrolló la teoría
del flogisto para explicar los procesos de combustión.
A partir del siglo
XVIII la química adquiere definitivamente las características
de una ciencia experimental. Se desarrollan métodos de medición
cuidadosos que permiten un mejor conocimiento de algunos fenómenos,
como el de la combustión de la materia, descubriéndo Lavoisier el oxígeno y sentando finalmente los pilares fundamentales de la moderna
química.