Es uno de los grandes maestros en el arte del retrato. Despierta gran admiración por la brillantez en la representación de la luz y la libertad en el manejo de los pinceles. Su vida transcurrió en Haarlem, donde encontró patrocinio entre los pudientes comerciantes y burgueses de la época.
Siempre tuvo importantes encargos de retratos colectivos de oficiales y corporaciones de Haarlem, y hacia el final de su vida la ciudad le concedió una pequeña pensión.
Murió el 1 de septiembre de 1666 en un albergue para ancianos que hoy es el Museo Frans Hals en Haarlem.
En todos sus retratos logró reflejar un ambiente de absoluta espontaneidad, sus personajes producen la impresión de haber sido sorprendidos en una pose y con una expresión fugaces, pero características.
El talante alegre de una de sus primeras obras, Caballero sonriendo (1624, Colección Wallace, Londres), con una sonrisa y una postura en apariencia espontáneas, demuestran la habilidad de Hals para representar el instante con una técnica de trazos rápidos y espontáneos.
La pincelada amplia, característica en sus obras, otorga a sus retratos una calidad de vigor y viveza que se observa especialmente en las obras que pintó entre 1620 y 1640.
Una de las más famosas es el retrato de La gitanilla (1630, Museo del Louvre, París), que debe su alegría y brillantez a dos recursos pictóricos empleados por Hals: el de iluminar la figura con una luz directa y el de mezclar colores puros directamente sobre el lienzo.
A pesar de la apariencia de espontaneidad y falta de cálculo, Hals poseía una técnica consumada y sus estudios están siempre compuestos con enorme habilidad.
Su talento se pone en evidencia sobre todo en los nueve retratos colectivos de las diferentes guardias y corporaciones cívicas de Haarlem, que hoy se exponen en el Museo Frans Hals. En estos retratos el pintor demuestra una gran habilidad para captar a cada uno de los personajes en una actitud característica, lo cual produce un ambiente informal de absoluta naturalidad, cada uno de ellos es retratado de forma individual, aunque todos están unidos por una equilibrada estructura de colores y líneas.
Con la madurez, Hals reemplazó el colorido brillante de sus primeros lienzos por un tratamiento más monocromático. En su último retrato colectivo, Regentes del hospicio de ancianos (1664, Museo Frans Hals), limita su paleta a oscuros matices de negros y grises, por lo que recurrió a trazos más amplios y vigorosos para acentuar las luces y los valores tonales, ésta se considera su obra maestra ya que, a través del estilo, consigue dar gran austeridad y profundidad a la composición al tiempo que logra fundir el grupo dentro de una estructura natural y armoniosa. Hals alcanza aquí una dignidad y una expresividad que no existen en sus primeras obras, aunque sigue manteniendo el efecto de espontaneidad gracias a la destreza y facilidad en el manejo de los pinceles.
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