Se le considera como el principal precursor de la transición del clasicismo al romanticismo. Entre sus obras destaca la Novena Sinfonía, cuya musica ha sido establecida como Himno de la Unión Europea (UE). Nació en diciembre de 1770 en la ciudad alemana de Bonn en el seno de una familia humilde, no se conoce la fecha exacta. Su abuelo Ludwig, de Malinas, se estableció en Bonn hacia 1733 y llegó a ser maestro de capilla del príncipe elector. Sus padres, Johan van Beethoven y María Magdalena Keverich, tuvieron siete hijos, de los cuales sólo tres sobrevivieron.
Una vecina que tenía una panadería, muy amiga de su madre, escribió un diario gracias al cual se han conocido detalles sobre la infancia de Beethoven. Según este diario, el niño era tratado con mucha severidad por su padre, quien quería convertirlo en un niño prodigio como Mozart. Parece ser que lo ataba al piano, obligándole a practicar sin descanso, y con su primer profesor de piano lo hacían tocar durante toda la noche hasta que se hacía de día. Esta infancia tan dura probablemente lo convirtió en una persona de trato difícil.
Su padre era pianista, violinista y cantante en la capilla del príncipe-arzobispo Clemens, pero en esa época los músicos estaban muy mal pagados. Su madre era hija de un inspector de las cocinas del príncipe.
Dentro de este marco familiar, la figura del padre, un despótico con graves problemas de alcoholismo, se convierte en decisiva para comprender la posterior trayectoria de Ludwig, hijo. Obligó a su hijo a triunfar como músico precoz en las cortes reales europeas. Al margen de las presiones de su padre, el joven Ludwig demuestra un innegable talento musical y sus avances en el dominio del piano, los llevan a dar su primer concierto a los ocho años. El Elector Maximiliano Franz, noble acaudalado y poderoso, ve en él una promesa y lo apadrina, dándole trabajo como organista suplente. Esta labor le exige dedicación total: el joven Ludwig, ve transcurrir toda su infancia y adolescencia consagradas a la música, sin juegos ni amigos, “tutelado y en un ambiente familiar nefasto, factores todos ellos que influirían en su carácter rebelde y romántico”.
A los once años Beethoven ya era violinista de una pequeña orquesta de teatro, y a los trece sustituyó a su maestro en el órgano de la iglesia. La aventura de Viena Beethoven encuentra una vía de escape a la presión familiar en 1787, cuando, con 17 años de edad, marcha a la capital austriaca apoyado por su Elector, quien sufraga los gastos que demanda el viaje y lo más importante, lo convence de sus posibilidades de éxito. Durante este viaje sus ilusiones sufren un duro golpe cuando a las pocas semanas, fallece su madre por hambre y se ve obligado a regresar a Bonn. En esta ciudad alemana Beethoven encuentra un cuadro desolador: su padre se encuentra en paro por su alcoholismo y es incapaz de cuidar a sus hermanos menores. El joven Ludwig asume la responsabilidad y se ve obligado a mantener a su familia tocando el violín con una orquesta y dando clases de piano, durante cinco años.De aprendiz a maestro En 1792, el Elector vuelve a financiar su nuevo viaje a Viena, ciudad en la que permanecerá el resto de su vida componiendo sin descanso, enamorándose trágicamente y sufriendo un mal terrible para él, particularmente: la sordera. En Viena, recibe clases del célebre compositor Haydn y de Salieri, el maestro de Mozart.
Con 25 años de edad, da a conocer sus primeras obras importantes: tres tríos para piano y tres sonatas para piano, entre éstas, “Patética” y “Claro de Luna”, además de lo anterior, ofrece su primer concierto público como compositor profesional. Toda Viena le ofrece una gran acogida a su música, en especial la corte, la nobleza y la iglesia. Por esa época se desliga de Haydn, con el que no concuerda musicalmente, pero que a pesar de esto, dedica tres tríos para piano. Secuencialmente, recibe clases secretas de Schenk y del organista de la corte Albrechtsberger y deja de componer para la nobleza y para la iglesia, para hacerlo para él. Su música inicial, fresca y ligera, cambia para convertirse en épica y turbulenta, muy acorde con los tiempos revolucionarios que vivía Europa. Éxito y sufrimiento Muy pronto Beethoven dejó de necesitar de los conciertos y recitales de los salones de la corte para sobrevivir. Los editores se disputaban sus obras, además, la aristocracia austriaca, avergonzada por la muerte de Mozart en la pobreza, le asigna una pensión annual. Pero, mientras por un lado había resuelto sus necesidades económicas, por otro lado, vivía asustado por la pérdida de sus capacidades auditivas, debido a ello, se entrega a una febril actividad creadora, a la par de sus penalidades personales producido por dos desengaños amorosos.
Beethoven no llegó a casarse nunca. El gran amor de su vida fue Antoine von Birkenstock, casada con Franz Brentano. Desde muy joven, a los 26 años, empezó a notar los síntomas de una sordera, que más adelante sería total. A pesar de ello siguió componiendo, y una de sus más famosas obras, la Novena Sinfonía, la compuso cuando ya se había quedado completamente sordo. La tragedia de su prematura sordera le causó un enorme desánimo, agravado por la muerte de su hermano y su decisión de acoger a su sobrino en contra de la voluntad de su cuñada.
El final de una vida trágica
Los últimos años de su vida los pasó Beethoven casi totalmente aislado por su sordera, relacionándose solamente con algunos de sus amigos a través de los "Cuadernos de conversación", que le sirvieron como medio de comunicación cuando ya era del todo sordo. Murió en Viena a los 57 años de edad como consecuencia de una neumonía. Más de 20.000 personas, entre las que se encontraba Schubert, gran admirador suyo, asistieron al entierro. En toda la ciudad aquel día no se abrieron las escuelas.
En su escritorio de trabajo, se encuentra el Testamento de Heiligenstadt, redactado en 1802, en donde explica a sus hermanos el porqué de su amargura, “que gran humillación experimentaba cuando alguien estaba a mi lado oyendo desde lejos la flauta mientras yo, por el contrario, no podía oír nada… tales situaciones me llevaron al borde de la desesperación y faltó muy poco para que acabara con mi vida. Sólo la fuerza del arte me retuvo”. También se encontró una desgarradora carta de amor dirigida a su “amada inmortal” a la que llama “mi ángel, mi todo, mi yo”. La identidad de esta dama sigue generando discusiones hasta el día de hoy. Su obra En su prolífica trayectoria musical, Beethoven dejó para la posteridad un legado apabullante: nueve sinfonías, una ópera, dos misas, tres cantatas, treinta y dos sonatas, cinco conciertos para piano, un concierto para violín, un triple concierto (para violín, violonchelo, piano y orquesta), diecisiete cuartetos de cuerda, diez sonatas para violín y piano, cinco sonatas para violonchelo y piano, e innumerables oberturas, obras de cámara, series de variaciones, arreglos de canciones populares y bagatelas para piano. Sinfonías Beethoven había cumplido los 30 años de edad cuando presentó su Primera Sinfonía, fascinando a sus contemporáneos por su frescura y originalidad. En 1803 da a conocer la Segunda Sinfonía, en re mayor, cuya alegría contrasta con la tristeza que vivía el autor. Dos años más tarde Beethoven rompe todos los moldes clásicos con su Tercera Sinfonía, en mi bemol mayor. Dedicada en principio a Napoleón I, la “Heroica” dura tres veces más que cualquier sinfonía de la época, agranda la orquesta y anuncia la llegada del Romanticismo. Todo lo anterior difiere de su Carta Sinfonía, en si bemol mayor, que en 1806 recupera el brío de sus dos primeras composiciones sinfónicas. En 1808, Beethoven compone la colosal Quinta Sinfonía. Por esta época su febril creación, hace que el mismo año aparezca la Sexta Sinfonía, en fa mayor, conocida como “Pastoral”, cuyos movimientos evocan escenas campestres. La Séptima Sinfonía, en la mayor, aparece cinco años más tarde y, pese a su carácter épico, Richard Wagner la califica como “apoteosis de la danza” por su ritmo y lírica. Al año siguiente, en 1814, Beethoven concluye la Octava Sinfonía, en fa mayor, cuya brevedad, que apenas llega a los 24 minutos, no eclipsa la grandeza y elaboración que a esta altura había dejado patente. En 1824, por último, Beethoven se consagra con su Novena Sinfonía “Coral”. Oberturas Las diez oberturas de Beethoven son piezas cortas que, posteriormente, serían ampliadas y trabajadas para su incorporación en obras mayores. Se trata de composiciones cerradas y uniformes que expresan emociones e ideas llenas de heroísmo. Por ejemplo, la obertura “Coriolano” ilustra musicalmente el drama homónimo de Shakespeare, y “Leonora Nº 3” es una de las cuatro oberturas escritas para la ópera “Fidelio”. De idéntica valía son “Prometeo” y “Egmont” siendo esta última un buen ejemplo de composición “beethoveniana”, que se pude definir como “música vigorosa que empieza de forma fragmentaria, cobra un componente épico a medida que avanza y finaliza en apoteosis”. Conciertos Cada concierto de Beethoven es distinto al anterior, y en ello radica gran parte de su éxito con la música orquestal. Beethoven apuesta por un piano más melódico que contundente, contrario a la tendencia de la época. Quizá el más famoso sea el Concierto para piano Nº 5 “Emperador”, de 1809, en donde el virtuosismo y el sinfonismo combinan a la perfección. El Primer y Segundo Concierto para piano destacan por su concepción alegre, mientras que el Concierto para piano Nº 3, de 1801, es de una amplitud y calidad incomparables. Por su parte, el Concierto para piano Nº 4, de 1808, apuesta por la profundidad lírica. En cuanto a los conciertos en los que participan más instrumentos, hay que señalar el Concierto para violín, la sinfonía “La victoria de Wellington” y el Triple Concierto para violín, violonchelo, piano y orquesta, en donde Beethoven sustituye el sinfonismo por un entretenimiento al gusto de la época. Sonatas En el apartado de la música de cámara y para piano, Beethoven compuso 32 sonatas para su instrumento musical favorito, el piano, con el que demuestra una capacidad de improvisación asombrosa. Entre las sonatas de mayor renombre tenemos a la Sonata para piano Nº 8, “Patética”, la popular Sonata para piano Nº 14, “Claro de Luna”, la Sonata para piano Nº 17, “Tempestad”,, la Sonata para piano Nº 21, “Waldstein” y la Sonata para piano Nº 23, “Apasionada”, en la que los procedimientos clásicos son desplazados por el estilo personal y veloz de Beethoven. También es de destacar las sonatas que compuso durante el período de la Novena Sinfonía, entre ellas: la Sonata para piano Nº 26, “Los adioses” y la Sonata para piano Nº 29, “Hammerklavier”, sin desdeñar las Sonata para piano Nº 31 y Sonata para piano Nº 32, todas éstas, auténticas obras maestras. Cuartetos y obras ligeras De los 17 cuartetos de cuerda que escribió el compositor alemán, los más célebres son los Nº 7, 8 y 9, que se llaman en forma genérica “Rasumovsky” en honor a este príncipe ruso, uno de los mecenas musicales más importantes de la época. Probablemente el mejor de ellos, sea el Nº 9, sereno y lírico. Pero según la opinión de entendidos, el Cuarteto de cuerda más accesible de Beethoven es el Nº 15, “a medio camino entre la música reflexiva y el himno, lo que contrasta con la intensidad de los últimos cuartetos de cuerda que compuso”. En cuanto a obras de cámara ligeras, Beethoven firmó además diez sonatas para violín y piano, de las que destacan la Nº 5, “Primavera” y la Nº 9, “Kreutzer”, cinco sonatas para violonchelo y piano, series de variaciones, entre ellas las “Diabelli” para piano, y numerosos tríos, quintetos, concebidos como “divertimentos de salón”, al igual que “Para Elisa”, “Rabia por una moneda perdida” y “Rondó a capriccio”. Pero sin duda su pieza de cámara más famosa y popular es “Septimino”, escrita en 1800, una serenata en siete movimientos compuesta para cuerda y viento. Ópera y música vocal El genio de Beethoven, se centró sobre todo en la música orquestal, compaginándola con la música de cámara y para piano. También intentó desarrollar obras vocales, aunque con suerte muy diversa. Por ejemplo, su única ópera escrita, “Fidelio”, revisada desde 1805 hasta 1814, fue considerada un fracaso el día de su estreno, a pesar que en ella se incluían las cuatro oberturas “Leonora”. Era una ópera sinfónica que quería transmitir los ideales revolucionarios del Romanticismo, pero fue incomprendida por sus contemporáneos.
La celebrada “Misa Solemnis”, escrita en 1818, su segunda obra para la Iglesia Católica, es un canto de fe a Dios y a la naturaleza del hombre, y es una de las obras más famosas de Ludwig van Beethoven, que la compuso por encargo de su alumno, el archiduque Rodolfo, nombrado en esa época arzobispo de Olomouc.
Ludwig van Beethoven, también escribió numerosos “lieder”, arias, coros y cánones, así como un ciclo de melodías, una cantata y el oratorio “Cristo en el monte de los Olivos”, en 1803.
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